Mi película favorita
es LO IMPOSIBLE.
Y no sólo porque la
película es maravillosa, que también. Me conmovió y escuchar a María Belón,
hablar de que todos somos supervivientes de nuestro propio tsunami, puso
palabras a lo sentía. Les enlazo el vídeo, es un poquito largo pero merece la pena verlo. Para mí es muy especial, llegó a mi
vida por primera vez, al poquito de morir Daniel, y me ayudó a entender lo que
me pasaba, y a entender que todos vivimos nuestro propio tsunami, y aunque es muy duro, la vida sigue teniendo milagros por los que merece la pena ser fuerte y siempre podemos un poquito más. Para mí este relato fue y sigue siendo UN REGALO. Gracias María.
Enlace al vídeo aquí -> click! |
Para continuar con
esta parte de la historia, necesito hablarles de algo de mi ámbito privado, que
creo que no he dicho en redes. Desde
principios de 2017, voy regularmente a sesiones de terapia (individual y
grupal). Sin duda, es de las MEJORES decisiones que he tomado en mi vida.
En un principio me
decidí a ir porque sentía que algo no encajaba en mi después de la muerte de mi
primer hijo, Daniel. Necesitaba ayuda para “traerle” a mi vida,
integrarle y recordarle sin dolor. Poder hablar de él, darle un lugar en
nuestra familia, encontrar un espacio con otras personas a las que presentárselo
y que le conocieran a través de nosotros fue maravilloso. Y, a parte del duelo
de mi hijo, a lo largo de las sesiones y los meses surgieron esos otros
malestares cotidianos que achacamos al estrés, a nuestro estilo de vida o que
les damos cualquier otra excusa, con tal de no reconocer que hay cosas en
nuestra vida que nos hacen daño, y que es sólo nuestra decisión cambiarlo.
Decirlo es fácil, les garantizo que hacerlo es otro cantar… pero sin duda MERECE LA PENA.
Bueno a lo que iba, ¡Es
NIÑO! Con el embarazo de Nahia, sentía y deseaba que fuese niña, porque no
podía pensar en mi otro bebé. No podía con la idea, de afrontar un embarazo ni
siquiera parecido, y que fuera niño y volver a revivir lo sucedido. Así que
ahora, sentí como que no podía volver a evadirme. Y el duelo de Daniel volvió
de formas diferentes a las vividas antes.
Pensaba en él, cuando
hablaba a mi tripa y decía “pero niño”, y me confundía de nombre y le llamaba Daniel y eso era para mí,
de lo más doloroso. Porque este niño no es Daniel. Él tuvo su momento en
nuestra vida y tiene su lugar. Y ahora le toca a su hermano. Y merece ser único,
especial e inconfundible.
Esas primeras ecografías
donde te van confirmando que es niño, fueron duras (y más si vas a varios
médicos). Porque lógicamente no saben tu historia, y te dicen “mira es niño, ves eso es su colita, que grande…” e intentan que el momento sea especial. Y lo es. Pero trajo a mi
mente recuerdos, de ese primer momento con Daniel.
Necesité un poco de
tiempo para… no sé. Creo que en
estos meses me he despedido de él. Sé que no volverá. Pero una cosa es la razón
y otra el corazón. Después del embarazo de Nahia, me hice a la idea que no
tendría niños, sólo niñas, y mi niño varón sería siempre Daniel (cómo si yo
pudiera controlar eso, ¡qué ilusa!)… Así que estos meses me han
servido para darle su lugar. Daniel es especial, como todos mis hijos. Nahia es
especial. Y a este niño le faltaba su identidad. Elegir su nombre fue el click
que nos faltaba.Nuestro tercer hijo
se llama:
Es corto, euskera y combina muy bien con el de su hermana.
A partir de
entonces, cada uno pasó a tener su espacio en mi mente. Ya no es el bebé, o el
niño. Es Jon. Y le hablo, le acaricio, le canto, y tiene su personalidad. Ahora
he podido entender lo que se conoce como “bebés arcoíris”. Con Nahia, no lo
identifiqué como tal, porque no lo sentí tan cerca. Ahora sí. Les siento a los
dos, de modos muy diferentes, pero presentes.
Por otro lado, las
fechas son importantes. Tienen impacto, al menos para mí. Acercarme a la semana
24 fue delicado. En esa semana perdimos a Daniel. Luego la semana 28, que
estuve ingresada con amenaza de parto prematuro con Nahia… ir pasando esas semanas, poco a poco, me hace ir cogiendo
confianza. Emocionalmente es una montaña rusa, porque sé que cuanto más
tranquila estoy, mejor está mi bebé, pero no puedo evitar, o es muy difícil combatir
el miedo, la ansiedad, el nerviosismo…como digo, la terapia me ayuda, y por supuesto el apoyo de quienes me quieren, me comprenden, me escuchan y respetan mi espacio.
Y todos estos sentimientos y emociones conviven con la alegría, la ilusión, sentir las primeras patadas del bebé, dejar de caber en mi ropa... a veces sostener el dolor, dejar que esté presente, no tratar de ocultarlo o mitigarlo, y dejar que tenga su lugar es liberador.
Mañana les cuento cómo han ido estos últimos meses, en los que ha llegado cierto grado de calma y por fin nos preparamos para la llegada del Jon, el parto, y sus cosas...
Y todos estos sentimientos y emociones conviven con la alegría, la ilusión, sentir las primeras patadas del bebé, dejar de caber en mi ropa... a veces sostener el dolor, dejar que esté presente, no tratar de ocultarlo o mitigarlo, y dejar que tenga su lugar es liberador.
Mañana les cuento cómo han ido estos últimos meses, en los que ha llegado cierto grado de calma y por fin nos preparamos para la llegada del Jon, el parto, y sus cosas...
¿Nos vemos mañana?
No hay comentarios
Publicar un comentario